Islamabad En medio del ajetreo de la floreciente industria de la construcción pakistaní, Shahmeer no es el típico defensor de la reducción de daños. Es un empresario hecho a sí mismo, un entusiasta de los deportes y un exfumador con la misión de desafiar discretamente la arraigada cultura del tabaquismo en Pakistán, una bolsa a la vez.
Durante más de una década, los cigarrillos formaron parte de la rutina diaria de Shahmeer. "Empecé a fumar a los 18 años", dice, sentado en su oficina de Islamabad. "Era algo habitual: estrés en el trabajo, reuniones en obras, largas jornadas. A veces me terminaba un paquete entero en un solo día".
Pero después de diez años, el impacto empezó a notarse. Como jugador de fútbol, pádel y críquet, Shahmeer se sentía sin aliento, exhausto y cada vez más preocupado. «Incluso trotar me dejaba sin aliento. Sabía que algo tenía que cambiar».
Lo que cambió no fue una intervención drástica. Fue un producto sencillo y discreto: la bolsita de nicotina.
Shahmeer conoció las bolsitas de nicotina por primera vez gracias a un amigo. «Al principio me sentí raro: un cosquilleo, diferente», recuerda. «Pero la comodidad era inigualable. Sin olor, sin humo, sin miradas. Podía estar en una reunión o en casa sin preocuparme por ofender a nadie».
En un país donde fumar todavía está muy extendido –pero es un tabú social, especialmente en el seno familiar– esto fue más que un cambio de estilo de vida.
Aquí en Pakistán, sobre todo en familias como la mía, no se habla abiertamente del tabaco. Mi madre sabía que fumaba, pero nunca hablamos de ello. Cuando le dije que me había pasado a las bolsas, se sintió aliviada.
Se ríe suavemente, recordando cómo su madre confundió la lata redonda que llevaba en el bolsillo con un chicle. "Cuando le expliqué que solo era nicotina, sin las toxinas del tabaco, me dijo: 'Bien. Al menos ahora no te haces daño'".
Shahmeer, que lleva más de un año sin fumar, dice que la diferencia es “como la noche y el día”.
Ahora, cuando salgo a correr o voy al gimnasio, no me quedo sin aliento. Me siento fuerte de nuevo. Me siento limpio.
Es uno de los cada vez más numerosos profesionales paquistaníes que cambian silenciosamente los cigarrillos por bolsitas, no sólo por razones de salud sino también económicas.
En un país donde millones de personas viven con presupuestos ajustados, el costo de fumar suele ser devastadoramente alto, no solo en términos de salud sino también en flujo de efectivo.
“Un paquete de cigarrillos me costaba ₹650, o unos $2.33 USD”, explica Shahmeer. “¿Una lata de bolsitas de nicotina? Solo ₹180, o unos $0.65”.
Esa es una asombrosa diferencia diaria de 500 rupias (aproximadamente 1,80 USD), que se acumula rápidamente. En un solo mes, cambiar a las bolsas puede ahorrar casi 15.000 rupias, o más de 50 USD, una suma considerable en Pakistán, donde el ingreso mensual promedio ronda los 300-400 USD.
“Y la bolsa dura más”, añade. “Un paquete de cigarrillos se acabaría en un día. La bolsa puede durar dos o más”.
Como propietario de una pequeña empresa, Shahmeer ha llevado su transformación un paso más allá: ofrece bolsas a los trabajadores de sus sitios de construcción.
Tengo electricistas, pintores, fontaneros; la mayoría gana jornal. No pueden permitirse cigarrillos de alta calidad, así que fuman los más baratos, los que no tienen filtro, los que son muy fuertes.
Esos cigarrillos baratos son más que un riesgo para la salud: son un gasto que muchos no pueden permitirse. Así que Shahmeer empezó a compartir su propio suministro de bolsas y a enseñar a sus trabajadores a usarlas.
Les dije: con una bolsa, pueden trabajar y seguir consumiendo nicotina. Con un cigarrillo, tienen que parar y descansar. Eso es malo para la productividad y peor para sus pulmones.
Algunos trabajadores se mostraron escépticos al principio. Pero al ver los beneficios, tanto económicos como físicos, decidieron cambiar.
La historia de Shahmeer no es un caso aislado. Es un vistazo a una transformación de base que se está produciendo en diversas partes del Sur Global, donde la asequibilidad y el acceso a alternativas más seguras podrían reducir drásticamente las tasas de tabaquismo, si tan solo se apoyaran.
“No hay ninguna presión gubernamental para esto”, señala. “La gente no conoce las bolsas. Si más gente comprendiera los beneficios para la salud y el ahorro económico, podría marcar una gran diferencia”.
En Pakistán, donde las enfermedades relacionadas con el tabaco cuestan a la economía miles de millones de dólares cada año y donde los adultos jóvenes a menudo comienzan a fumar en la universidad o en los primeros años de la edad adulta, la reducción de daños no es sólo una elección personal: es una oportunidad de salud pública.
Y silenciosamente, sin un cartel ni un comunicado de prensa, Shahmeer está ayudando a otros a hacer lo mismo.
“Si alguien como yo puede contárselo a su familia, explicárselo a los trabajadores y compartir esta historia, quizá más gente la escuche”, afirma.
Y quizás lo más poderoso de todo es que su madre, que antes se oponía rotundamente a que fumara, ahora recomienda las bolsas a otros padres.
Le dijo a su amiga: "¿Tu hijo fuma? ¿Por qué no le cuentas esto?", dice sonriendo. "Así es como cambian las cosas. Una persona, una conversación a la vez".
En un país donde se cruzan las expectativas culturales, las limitaciones financieras y la falta de educación en salud pública, la historia de Shahmeer constituye un poderoso caso de estudio.
Las bolsas de nicotina quizá no sean una solución milagrosa, pero en las manos (o bolsillos) de gente común como él, son herramientas de transformación.
"No quiero que otros pasen diez años dañando su salud como yo", dice. "Si puedo ayudar aunque sea a una sola persona a cambiar, me basta".
Pakistán puede estar lejos del foco de atención mundial en el debate sobre la reducción de daños, pero gracias a voces como la de Shahmeer, no se queda atrás en la construcción de un futuro más saludable, ladrillo a ladrillo y bolsa a bolsa.
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